A LA PRIMERA PERSONA

Algunas veces nos expresarnos de un modo particular cuando la tristeza y la apatía nos tiran una cachetada de ida y vuelta. Reaccionamos como si fuéramos una persona distinta a la que conocía todo el mundo: Lloramos desconsoladamente sin motivo aparente, bueno aparentemente nadie lo nota pero todos están al tanto de tus lagrimas, al menos en casa, podemos encerrarnos bajo siete llaves y dejar que un enorme dragón custodie nuestro sufrir a la espera del rescate final, como vimos en Shrek.

Escribimos poesías tristes, tristísimas e inventamos canciones más desgarradoras que el primer Cd disco de Shakira, tiramos dardos a un ser que no esta físicamente y le lanzamos maldiciones a aquel oscuro personaje, ahora más siniestro que Cruela de Vil – porque siempre relaciono todo con dibujos animados?. Finalmente encontramos culposo placer al romper todas sus cartas y fotos, obsequiamos todos aquellos peluches rosa y esa sarta de cursilerías (ahora lo vemos así) en esas pequeñas tarjetitas, todo para así sentirnos más miserables que los protagonistas de la novela de Víctor Hugo. Si rebobinamos todo y decidimos, canalizar si cabe el termino, todas estas energías en escribir, el temas más recurrente será el amor o mejor dicho, la falta de él.

En el peor de los casos creeremos que es el único modo de sentirnos mejor, a manera de desfogue por todo lo mal que nos sentimos. Pero no es así, no del todo; en realidad al hacerlo sólo tendremos una forma de expresarnos bajo el anonimato para decir: ¨si, tú me hiciste sentir sufrir¨, pero aquella persona tal vez no lo entienda así, no le importa o no lea nada de lo por tí escrito hasta el momento. Puede que esa innombrable persona nunca lea lo que escribiste, a lo mejor ya no le interesa, ni siquiera lea ya tus e-mails, sus razones tendrá. El asunto es que el sentirnos así, patéticos, no resuelve nada. A la larga sólo nos hacemos daño a nosotros mismos. No somos más que personas volubles e inestables a pesar de que la mayoría ya pasa la base dos o tres. Estos desencantos pasan a cualquier edad: ayer, ahora. Siempre.

Finalmente todo pasa por alguna razón como decía mi abuela, y quien por su gusto padece no son penas las que sufre. Era una mujer muy sabia y yo siempre le agradeceré cada consejo que me dio en su momento. Pero no toda la vida vamos a seguir así cabizbajos y meditabundos no?. Con el tiempo descubrimos que la tristeza es una emoción intensa pero pasajera, que el tiempo nos hace evolucionar -al estilo Pokemón- y que las situaciones que creímos inacabables ya pasaron. Ya fueron. Esos meses o años han servido para modelar un mejor tú, uno que renace de las cenizas como el fénix, para no caer más en lo mismo. Ya no.

Si alguna vez Shakira cantaba: Si te vas, si te vas si te marchas, el cielo se hará gris, o la Tortura; tiempo después, ya madura, la colombianita deja su papel de niña sufrida para decirnos: No se puede vivir con tanto veneno, NO. Y es que nadie puede esperar toda la vida (o si?) como la mártir mujer del Muelle de San Blas que se quedó sola en el olvido con su espíritu y su amor el mar -pero sola al fin, o se puede pasar llorando un rio, dos mares, tres lagunas de oxidación y de llapa un pequeño charquito cerquita a Moche. La vida es similar a estas canciones, a lo que nos dicen, porque esas enseñanzas vienen de la experiencia...

---Continuará---

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