Debo confesar que no sabía cómo empezar este texto. Se me hacía difícil redactar todo lo que había ocurrido este agitado septiembre, mes en que el Estadio San Marcos vibró de emoción y donde más de 50,000 almas corearon a viva voz cada uno de sus temas, aquellos que hicimos nuestros y que forman parte del soundtrack de nuestras vidas, mes en que Bon Jovi cumplió lo que prometiera hace varios años atrás y pisó por primera vez suelo peruano. ¿Qué podía decir?, ¿Qué podría agregar si ya estaba todo dicho?
Había asistido a su concierto, había gritado sus temas junto a muchísimas personas, me había emocionado hasta las lágrimas y ya podía morir tranquilo. ¿Cómo explicar en unas líneas toda la gran experiencia de ver a mis ídolos de siempre? La única forma era sentarme en la sala de mi casa, darle play a mi vieja copia del “Crossroad” (su primer greatest hits) y comenzar a escribir...
Desde mi lejana época de secundaria solía escucharlos en mi walkman Sony camino al colegio. Tenía los cassettes originales. Si, originales – en aquella época no existía el cd, mp3, Ipod, ni Taringa - que compraba con las propinas semanales del recreo y podía (si tenía tiempo) verlos vía MTV en la casa de los patas, o por las noches en el sótano de Galerías Ayacucho, en la legendaria tienda Dresser, donde podía adquirir también polos con la imagen de la banda, llaveros, ediciones en vivo de conciertos caletas y todo el merchandising de rigor.
Si tenía suerte (y un poco de dinero) podía adquirir una copia en VHS de sus mejores presentaciones. Por aquellos días no existía Youtube ni el acceso que ahora tenemos a su discografía, por lo que debíamos esperar la edición oficial del álbum para copiarlo en cassette (cromado) y fotocopiar las letras de sus canciones.
Era la época de grandes grupos, de buena música y de compartir información de tu banda preferida. Era magia pura, la magia del rock and roll. En esos días, los extraños de pelo largo de New Jersey eran sinónimo de fuertes riffs y baladas poderosas que me habían convertido en fanático de su música, pero ¿escucharlos alguna vez en vivo? Eso era un sueño.
Ya en el tiempo de los CD solía viajar a la capital a buscar lo último de Bon Jovi: booklets llenos de color, impresionantes portadas, letras poderosas y baladas con mucho feeling que me apresuraba a traducir y hasta me atrevía a dedicar a algún amor secreto, del que todo el mundo hablaba y que, por vergüenza, no me animaba a divulgar.
La música de Bon Jovi me permitia ser un cowboy por las calles de San Andrés, darle un mal nombre al amor, hablar de esos días, ser un fugitivo, mantener la fe los en momentos difíciles, decirle a alguien que si no me amaba me mintiera y que, a pesar de ello, la amaría para siempre.
Alguna vez dije que si fuera una canción de Bon Jovi, seria la melancólica “My Guitar Lies Bleeding in my Arms”. Y aún lo creo. Prefería las canciones fuera del circuito comercial, aquellas que en la soledad de mi cuarto podría disfrutar en ausencia de mis padres, cuando la música se convertía en mi mejor amigo, en mi aliado que se repetía y repetía para decirme que no estaba solo, que quizá lo que sentía también le podía ocurrir a alguien más en el globo, que tal vez alguien esta compartiendo esta misma canción, en ese mismo momento y aun sin conocerme, era especial debido a lo particular de nuestra conexión.
El 29 de septiembre, poco antes del inicio del espectáculo, al Estadio San Marcos no entraba ni una hormiga y si entró supongo que lo hizo cámara en mano, porque era un momento digno de fotografía. Los flashes antes y durante el concierto enmarcaban un gran momento. El recinto estaba abarrotado y los fans ansiosos esperaban que la banda haciendo ‘olas’ que de extremo a extremo el enorme recinto, como parte de una espontánea y armónica danza.
Esa emoción no tiene comparación, la emoción que se siente en el aire y que nos acompañaba desde la cola fuera del estadio, donde las banderas, polos, llaveros, fotos y discos estaban a la orden del día. Desde hace meses atrás, este concierto se anunciaba como uno de los eventos más importantes del año, con entradas agotadas, mensajes en Facebook y grupos de fanáticos en todas las redes sociales.
Para sorpresa general (sobre todo de los que creen en la ¨Hora Peruana¨) el show comenzó con una puntualidad admirable alejado de la hora peruana. A las 8 en punto, ya teníamos a Jhovan Tomasevich ex frontman de Zen, animando al respetable con sus temas como solista y nuevas versiones de “Sol” y “Aun me Tienes”. Un talento peruano de gran dominio escénico que nos invitó a compartir junto a él, en sus emocionadas palabras lo que definió como “el mejor día de mi vida”. Jhovan, pues, compartía con nosotros un gran presagio para esa noche, una noche que prometía. Y vaya que cumplió.
9.00 pm. Se apagan las luces y el estruendo de una imponente batería destroza el silencio mientras la pantalla gigante sobre el escenario nos muestra un hipnótico círculo que se acercaba al público, ansioso de entregarse por completo al disfrute. Bon Jovi arriba así al recinto para hacerlo suyo. Los nervios se apoderaban de l@s fanátic@s, los corazones latían junto a la banda, que con un espectacular destello rojo inundó San Marcos con la distorsión de Blood on blood, el tema que abrió la noche.
“Lima, are you with me?” nos gritaba un desafiante Jon desde el escenario. Y es que tuvieron que pasar décadas para que los seguidores pudiésemos tenerlos aquí: Jon Bon Jovi, Richie Sambora, Tico Torres y David Bryan estaban tocando sus grandes temas en Perú. Allí, a pocos metros, con una nitidez sorprendente... “Show me what you got!”
Así siguieron “You Give Love A Bad Name” y “Born to Be My Baby”, hits que nos hacian cantar con todas nuestras fuerzas al ritmo de “Na na na ná, na na ná, na na na ná” Estos rockeros de siempre desbordaban vitalidad y la contagiaban con cada tema, con cada poderoso sonido que electrificaba el aire de Lima. (¡Bon Jovi is in the house, baby!)
Las pantallas gigantes eran un show aparte, un derroche de creatividad que nos hacia viajar a otra dimensión, desde una capilla en “Lay your hands on me”, o un gigantesco sol en “Wanted Dead Or Alive”, hasta una enorme y ruidosa cuidad en “Runaway“. Enormes siluetas contoneándose al ritmo de “Bad Medicine” hacían enloquecer al mar humano que repletaba el estadio.
Y es en ese momento, en medio de los “That’s what you get for falling in love” que para redondear la faena, Jon interpreta el clásico de Roy Orbison “Pretty Woman”, tributo a las bellezas asistentes. Este medley lo cerraron con el potente “Shout!” que hizo saltar a más de uno.
Cuando pensaba que le concierto había alcanzado su climax vino lo mejor: Richie tomó el ya famoso talkbox y comenzó el “wou wou” que iniciaba el esperadísimo “It`s My Life”, himno que a todas luces, fue lo mejor de la noche … I just want to live while I’m alive…. It’s my life”.
La balada de rigor llego con la sublime, “I’ll Be There For You”, que nos hizo suspirar y pensar en la persona amada, que a pesar de su lejanía, estaba conectada con nosotros a través de la música, del alma de esos miles de fanáticos que no podían creer (aún) todo lo ocurrido.
La banda ya estaba por despedirse cuando en medio de “Woo, we’re halfway there. Woo, livin’ on a prayer!” anunciaba el grandioso: “Livin’ on a Prayer”, que por los gritos a todo pulmon se convirtió en uno de que mas recordaremos aquella gran noche.
Como muchos, esperaba que interpretaran “Cama de Rosas” en español o “Como yo nadie te ha amado”, pero no lo hicieron. Miraba el reloj y quería que la hora no avance, quería seguir gritando junto a la gente de The Circle y las otras, que se habían hermanado en un abrazo, agradeciéndole a esta megabanda el habernos hecho participes de aquel concierto que hace años, en mi época de colegial, parecía imposible pero que esa noche se convirtió en una revelación que ahora llevaré siempre en mi memoria.
Esta banda supo cómo robarse los corazones de cuantos fanáticos tuvieran en frente. Y éramos más de 50,000. Es por eso que haciendo caso al clamor de quienes los esperaron y que hicieron cola, acamparon y pidieron permiso en sus trabajos por aquel miércoles previo a fin de mes, cerraron la noche con “Always”, interpretado con una intensidad poca veces vista. Creo, sin temor a equivocarme que la banda toca con mucha pasión este tema de cierre … “you’ll be on my mind. And I’ll love you … always”.
El concierto había llegado a su fin, la gente empezaba a caminar hacia la salida, pero sé que este momento, quedara como dice la canción, para siempre en nuestras almas y en nuestros corazones. Fuimos más de 50,000 fanáticos los que comprendimos que los sueños se pueden hacer realidad, pues ahora sé que hay emociones que pueden durar por siempre.
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3 comentarios:
Lo maximo amigo, te felicito!
Me encanto este post Sergito, todo esta excelente, creo que salio en una revista IQ no? Fui a Zoey y me sente un toke a leer algo, por alli te vi, asi que te felicito amiguito, muchos exitos! Ceci
"Era la época de grandes grupos, de buena música y de compartir información de tu banda preferida. Era magia pura, la magia del rock and roll."
Así es Sergio...Grandes épocas...Grandes recuerdos que nunca se borrarán. Tu artículo me ha devuelto la nostalgia por aquellos tiempos, y cuando un artículo genera esas emociones en el lector...desde mi punto de vista, se trata de un excelente artículo.
PD: Discúlpame por repetir tantas veces "artículo"...hehe
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